Me encanta encontrar lugares mágicos escondidos en la ciudad, pasan desapercibidos para nosotros los transeúntes que caminamos con el apuro pegado a las suelas. Encontrar estos rincones implica que por unos segundos nos paremos a mirar lo que nos rodea con nuestros ojos, digo nuestros refiriéndonos a la mirada de otra cosa que no es nuestro cerebro calculador, podríamos decir alma o memoria, quizá recuerdos es mas romántico. En mi caso el rincón mágico es una diagonal llena de murales y grafitis, el sol se filtra entre los árboles y de alguna forma eso me tranquiliza. Puedo parar por un segundo y observar lo que me rodea.
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